May 6, 2024
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El ser humano ha cosechado la miel de abeja desde hace milenios. En España existe una pintura rupestre (fechada hace 8,000 años) en la que se aprecian dos figuras cargando canastas y cosechando miel de una colmena que cuelga de un árbol. Muchas culturas antiguas –los egipcios, hebreos, chinos, hindúes, griegos, romanos, mayas e indios norte-americanos–, se referían a la miel como un alimento valioso, hasta sagrado. Los mayas consideraban a la abeja como un ser divino.

La polinización es fundamental en la reproducción del reino vegetal. Gracias al paso de animales e insectos por el aparato reproductor de la flor en busca de néctar, el polen es transferido de los estambres hasta el estigma, fecundando así los óvulos de la flor. Esto garantiza las futuras generaciones de la planta, e inicia el proceso de producción de frutos y semillas. Si no fuera por las abejas, no contaríamos con una tercera parte de la producción alimentaria mundial.

Las abejas confeccionan miel a partir del néctar que recogen de las flores. El néctar es un líquido dulce que las flores producen para atraer a una variedad de animales e insectos, en su mayoría abejas, y asegurar la polinización. Las abejas liban el néctar y regresan a su colmena donde se lo pasan de una a otra hasta almacenarlo en las celdas del panal. Esta serie de regurgitaciones por parte de las abejas le añade al néctar útiles enzimas digestivas. Posteriormente, las abejas promueven la evaporación de la mayor parte del agua presente en el néctar original. El resultado es un dulce líquido viscoso que cono-cemos como miel.

 

Además de endulzar nuestra dieta, la miel nos aporta energía de una manera precisa y eficiente, sana nuestras heridas cutáneas, y nos ayuda a sobreponernos a una variedad de enfermedades. Tristemente, hoy la abeja melífera está en peligro de extinción.

 

La Apicultura
Cultivar es no explotar

Las poblaciones de abejas en todo el mundo se están desplomando, y se señalan tres razones principales. La primera es el uso de pesticidas nicotinoides en la agricultura convencional. Los nicotinoides anulan el sentido de orientación de las abejas, las cuales pierden la capacidad de regresar a sus colmenas. Un segundo factor de la crisis apícola es el aumento de todo tipo de ondas electromagnéticas, en especial las de telefonía. Estas vibraciones conforman un ruido ambiental que incomoda a las abejas a tal grado que huyen de lugares con altas densidades de redes de microondas. Un tercer problema son las prácticas apícolas inapropiadas, como la sobreexplotación, la alimentación artificial, la crianza artificial de las abejas reina, y la utilización intensiva de fármacos y químicos.

 

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Muchos apicultores cosechan la miel sin ninguna consideración hacia las abejas. Cuando cosechan, se llevan toda la miel que hay en la colmena, dejando a las abejas sin alimento. Unos pocos apicultores llegan a dejarles agua con azúcar, o jarabe de maíz o de alta fructosa pero, la verdad sea dicha, son alimentos muy pobres  comparados con la miel.

 

Las abejas reina son las responsables de producir la totalidad de la población de una colmena. Hoy en día los apicultores compran reinas que fueron criadas en laboratorios para obtener poblaciones apícolas genéticamente modificadas con características que favorecen su explotación. Este proceso disminuye la vitalidad y brío naturales de este insecto famoso por la perseverancia e intensidad con que trabaja.

 

Como consecuencia de estas prácticas, las poblaciones apícolas se han visto debilitadas y son cada vez más vulnerables a factores ambientales, lo que a su vez ha dado pie a que los apicultores apliquen cada vez más pesticidas, antibióticos y vitamínicos a sus colmenas.

 

Desde hace casi un siglo, personas como el pensador y educador Rudolf Steiner, han expresado su preocupación por las consecuencias negativas de estas prácticas. Sin embargo, siguen siendo la tónica en la apicultura de nuestros días.

 

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La Apicultura
Cultivar es cuidar

Basta acompañar a un apicultor en un típico día de trabajo para empezar a apreciar lo sutil y lo complejo del “ser colmena”, y los maravillosos resultados que se pueden obtener al llevar un trato justo y respetuoso hacia la abeja.

 

Rudolf Steiner (1861-1925), fundador de la antroposofía, la educación Waldorf, la agricultura biodinámica y la medicina antroposófica. Profesaba una gran admiración hacia este insecto social. En varias pláticas que dio en 1923 insistió que se estudiara el fenómeno del “ser colmena”. Señalaba que la miel era una sustancia excepcional, pues venía del aparato reproductivo de las plantas, es decir, de los órganos sexuales de las plantas. Por lo tanto, la miel era la incorporación de la energía vital del reino vegetal, la base de la vida en este planeta. Steiner recomendaba el consumo de miel con el objetivo de mejorar la salud y resistencia físicas, así como la calidad de la vida espiritual.  

 

En los bosques de pino-encino al norponiente del municipio de Valle de Bravo, arriba de la zona de Tilostoc, se encuentran los apiarios de León Vírchez, apicultor desde hace 15 años. Su práctica apícola se basa en la permacultura, la antroposofía y la biodinámica. Las colmenas que León tiene a su cuidado son poblaciones apícolas muy afortunadas. Habitan un bosque de propiedad privada de casi 400 ha, rodeado por otras propiedades boscosas todavía más extensas, e inhabitadas. Rodeadas de manantiales y lejos de fuentes de contaminación, estas abejas pasan la mayor parte de sus afanosas vidas en un ecosistema sano y vigoroso. Además, León las aloja en grandes cajas de madera al natural, limpias de pintura, barniz o aceite, cuyo tamaño generoso las permite desarrollarse ampliamente.

 

El final de lluvias marca el inicio del tiempo de cosecha. Desde noviembre León se encuentra muy atareado recorriendo sus apiarios. Para él la cosecha se prolonga hasta marzo, debido al gran tamaño y capacidad de producción de sus colmenas. Acompañarlo en uno de sus recorridos es toda una experiencia sensorial. Todavía a una buena distancia de las colmenas, se oye claramente un fuerte zumbido – señal de una robusta población de abejas. En la brisa se percibe el dulce olor a miel. Se ven cientos de abejas volando alrededor de las cajas, en un ir y venir sin tregua. Pero antes de aproximarse más, hay que vestirse con el traje de apicultor para protegerse de los piquetes, y echar a andar el ahumador. Entonces, con la vista un tanto limitada a través de una red protectora, y acompañado por una nube de humo de tomillo, ocote y copal, el apicultor se acerca a las colmenas con movimientos suaves pero precisos.

 

Levantando las tapas de las cajas cuidadosamente, León observa cuánta miel tienen las colmenas. El zumbido aumenta en volumen de manera temible, pero hay que conservar la calma para evitar ser picoteado. Cuando cosecha, León se rige por esta regla: llevarse solamente las dos terceras partes de la miel. Esto es típico de su particular manera de llevar la apicultura, resultado de años de observación y convivencia con las abejas. Su razonamiento tiene mucho sentido común: mientras más contentas y menos estresadas estén las abejas, mientras más alineadas a lo natural sean sus vidas cotidianas, se multiplicarán más, crecerán más fuertes, serán más sanas, y producirán más de su excelente miel.

 

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Después de la cosecha, se procede a extraer la miel de los panales, a colarla, filtrarla y envasarla. Para estos procesos León cuenta con un sencillo cuarto de extracción; es un espacio cerrado usado exclusivamente para ese fin. De un lado están las cubetas de plástico que son utilizadas sólo para recibir la miel colada. Del otro lado están los estantes, con sus hileras de frascos de vidrio, para envasar la miel ya filtrada. En un rincón se encuentra el extractor radial, que consta de un contenedor de polietileno de grado alimenticio en forma de cilindro, dentro del cual se tiene un armazón interior de acero inoxidable que sujeta los panales llenos de miel. Todo es girado con la ayuda de un pequeño motor, y la fuerza centrífuga hace que la miel salga de los panales y se acumule dentro del recipiente cilíndrico.

 

La miel que cosecha León presenta una placentera gama de tonos dorados, desde una sabrosa miel oscura que se conserva por mucho tiempo en estado líquido, a una miel ambarina que en pocas semanas se convierte en la muy demandada miel mantequilla. Consumir miel de la región es una costumbre muy positiva. Aparte de disminuir nuestra contribución a la creación de gases de invernadero, consu-mir la miel que ha sido elaborada a partir del ecosistema en que habitas (más aún cuando se trata de lo que nos queda del bello ecosistema vallesano) es comparable a someterse a un tratamiento contra las alergias de origen ambiental, ya que la miel contiene una mínima cantidad del polen de las flores cuyo néctar libaron las abejas. Igual que las microdosis de la medicina homeopática, consumir la miel local entrena el cuerpo a lidiar con estos alergénicos de temporada.

 

Al final del proceso de extracción, el pequeño cuarto es un agasajo. Los estantes exhiben hileras de frascos llenos hasta el tope de miel, y las cubetas de veinte litros –todavía sin sus tapas–, brillan con el glorioso endulzante. Queda aún una pequeña labor por hacer después de todo el trabajo. De los coladores, León recoge los fragmentos de panal – pedazos de cera amarilla batidas de miel–, y los amontona sobre charolas de madera. Coloca las charolas al aire libre para que, por las mañanas, las abejas que viven en los apiarios alrededor de su casa, puedan volver a tomar esta porción de la miel que les fue quitada. Al cabo de unos días sólo quedará la pedacería de cera, totalmente libre de miel.

 

Por razones editoriales no se ha incluido aquí la narración completa del trabajo de un apicultor, y se ha tenido que abre-viar la descripción del hermoso ecosistema de cañadas y montañas de Tilostoc. Afortunadamente, León le da la bienvenida a quien quiera ir a visitarlo para observar estos procesos y lugares de cerca. Encontrarás sus datos de contacto al final del artículo, no sólo para este fin, sino también porque en el afán de conservar este preciado insecto, León ofrece el servicio de remoción de colmenas silvestres: si por tu casa, escuela o lugar de trabajo notas que se ha establecido un enjambre de abejas, llámalo. Él se encargará de recogerlas y llevarlas a un lugar seguro y apartado donde puedan seguir viviendo, cre-ciendo y produciendo miel sin incomodar a nadie, y te dejará un delicioso litro de miel en agradecimiento.

 

Por Fatimah Araneta

Contacto: mielymeaddeleon@gmail.com

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